Innumerables son los rincones del continente asiático en los que cualquier persona desearía perderse: espacios únicos e irrepetibles se esconden tras mantos kilométricos de naturaleza de una tonalidad verde esmeralda, capaces de embriagar los sentidos al ritmo de constantes cursos de agua, expertos en devolver la confianza en que todavía existen lugares donde el hombre no ha intervenido. Entre todos esos espacios destaca el Parque Nacional de Taroko, uno de los nueve parques naturales ubicados en los 36.000 kilómetros cuadrados de la isla de Taiwán, porción de tierra rodeada por el Océano Pacífico que destaca por su diversidad climática, geográfica y cultural (Taroko National Park, 2017).
Y es que, entre otras cosas, Taiwán encierra numerosas maravillas naturales, obras de arte autóctono que superan cualquier expectativa inicial en el viajero: los sorprendentes contrastes permiten encontrar en un mismo espacio tanto zonas de playas paradisíacas como montañas altísimas y abrumadoras. El Parque Nacional de Taroko, ubicado al noreste de la isla, fue establecido originariamente como Parque Nacional Tsugitaka-Taroko por el Gobernador General el 12 de diciembre de 1937, cuando Taiwán formaba parte del Imperio de Japón. No obstante, y después de la derrota y expulsión de los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de la República China asumió el control de la isla, aboliendo el parque en 1945 para, en 1986, reestablecerlo teniendo en cuenta su gran valor turístico (Taroko National Park, 2017).
La garganta de Taroko, la cual da nombre al parque, se erige como un enorme cañón de 19 kilómetros de longitud formado a causa de la erosión del río Liwu sobre la roca. En el idioma de la tribu indígena truku, una de las catorce tribus aborígenes de Taiwán, Taroko se traduce como algo magnífico y hermoso: durante el siglo XVIII, la tribu cruzó estas montañas y se asentó en la zona, bautizándola con su actual nombre. Nacía así un hito de la belleza paisajística, un entorno de sinuosos desfiladeros de Piedra Natural, concretamente, de mármol, que avanzan hasta la desembocadura del río en el Océano Pacífico rodeadas por más de 100.000 hectáreas de abundante vegetación subropical, cascadas, cuevas, túneles, grutas y santuarios en un entorno de belleza insuperable (Taroko National Park, 2017).
Diversos son los cambios climáticos que es posible experimentar a lo largo del recorrido debido, sobre todo, a la diferencia de altitud entre la desembocadura río Liwu en el Océano Pacífico y su punto más elevado, a más de 3.700 metros sobre el nivel del mar, en pleno Monte Nanhu. Entre los tantos y tantos lugares sobre los que sería digno realizar una parada destaca, en primer lugar, el Santuario del Eterno Manantial, levantado en memoria de los más de 200 soldados que fallecieron durante la construcción de la Autopista Central, la cual discurre por esta zona que se caracteriza, además de por su accidentabilidad, por su inestabilidad climática, capaz de provocar fuertes lluvias, desprendimientos de tierra y una importante actividad sísmica (Fraga, 2013). Compuesto por un pequeño templo y por un pabellón, ambos edificios del Santuario del Eterno Manantial están unidos por un puente que sirve para evitar la cascada que discurre entre ellos. A su vez, tras el santuario se hallan una especie de grutas que albergan estatuas de dioses, pero las inclemencias climáticas han ido provocando múltiples desprendimientos que, en ocasiones, dificultan las visitas de los turistas.
A lo largo de la ruta entre imponentes muros de Piedra Natural también es posible encontrar alrededor de 40 túneles, en un recorrido marcado por el sonido del agua desfilando por cada rincón, desde los confines de la Tierra. Destacan, entre muchas otras, la Gruta de las Golondrinas, la cual forma un muro de roca repleto de pequeños orificios donde anidaban las aves, o el Túnel de las Nueve Curvas, que zigzaguea durante casi dos kilómetros ofreciendo unas vistas inigualables (Fraga, 2013). La visión del conjunto obliga a razonar la adecuación de su nombre… Taroko… Magnífico y hermoso, digno de convertirse en el escenario del más romántico de los cuentos.
La vegetación del Parque Nacional de Taroko también cobija una gran cantidad de flora, generando una curiosa variedad de hábitats y ecosistemas que permiten el desarrollo de multitud de formas de vida como, y además de las plantas, el oso negro de Taiwán o el macaco de Formosa, incluyendo una multitud de especies de mariposas (Fraga, 2013).
En definitiva, el Parque Nacional de Taroko se ha convertido en un verdadero reino del mármol, caracterizado por sus frondosos bosques subtropicales, su flora, su fauna, sus montañas, sus cascadas, sus cuevas, sus puentes, sus templos, sus acantilados y su río Liwu en un entorno perfectamente marcado por la Piedra Natural, vertiginoso y tumultuoso, digno de ocupar la primera cara de las mejores postales turísticas gracias a su belleza.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Fraga (2013). Taroko: las gargantas de mármol de Tawán, en Hominia: Naturaleza Viva [en línea]. Disponible en: http://www.hominia.com/2013/07/parque-nacional-taroko-taiwan-garganta-marmol-rio-liwu.html (8 de marzo de 2017).
Taroko National Park (2017). Taroko National Park [en línea]. Disponible en: http://www.taroko.gov.tw/ (8 de marzo de 2017).